Hay campañas publicitarias que transmiten una imagen anacrónica, desequilibrada y estereotipada de la sexualidad. Además, promueven una sexualidad violenta con una desigualdad de género muy marcada que, de algún modo, la justifica. Este tipo de campañas publicitarias van en detrimento de una sociedad igualitaria, justa y no violenta. No se interpreta con libertad la diferencia sexual, sino que las representaciones son discriminatorias y pueden llegar a limitar la configuración de la identidad personal. Creo que en este tipo de campañas publicitarias la imagen de la sexualidad está distorsionada, parece sucia, violenta, obscena, arriesgada e incluso peligrosa, limitada tan sólo a personas que cumplen ciertos requisitos estéticos que no están al alcance de la mayor parte de la sociedad.
El papel de la mujer en estas campañas es, sin ningún asomo de duda, totalmente denigrante: hipersexualizado, vejado, pasivo, estereotipado, sumiso y cosificado. La mujer en la publicidad es joven, delgada, guapa, sumisa y frágil, apareciendo siempre a las órdenes del hombre, preparada para cumplir cualquier cosa que éste le encomiende; su papel consiste en satisfacer al hombre (u hombres), en no desobedecerle ni dignarse a estar a la misma altura que él, no importan los deseos de ella sino los de él, ella es poco más que un cuerpo. No se ofrece una imagen de la mujer en la que se reconozca una forma valiosa de ser y estar en el mundo, sino que se justifican las desigualdades entre sexos. El cuerpo femenino se usa como punto de apoyo de cosas como bebidas o perfumes, cosas que nada tienen que ver con su anatomía y que se podrían -y deberían- vender de forma diferente. La publicidad, en lo que respecta a la mujer, suele dar por buenos comportamientos machistas e incluso violentos, llegando a hacer poco menos que apología de la violación; lo peor de todo esto es que parece que lo hemos asumido y lo hemos normalizado, son muy pocas las personas que denuncian este tipo de prácticas tan extendidas. Hay una línea muy fina entre el sexo y el sexismo.
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